La Ilusión y el Amor
Había una vez, en un viejo establo ubicado en una humilde casa alejada del pueblo, un caballo. La familia había decidido mantenerlo por razones de escasez de forraje en tiempos de sequía. La función principal para este animal, era llevar la carreta de madera cargada con alimentos para ser vendidos en el pueblo. Todos los días Juan, el agricultor, cargaba la carreta y la ataba al caballo para comenzar su recorrido. Podía haber sol o lluvia, pero el recorrido debía realizarlo igual para comercializar sus productos. Llevaba años en la misma rutina, en donde debía iniciar el viaje desde muy temprano al amanecer, para retornar a su hogar tras ponerse el sol. Antes de la sequía tenía varios caballos, pero escogió quedarse con él porque era el mas obediente y confiable. A diferencia de los otros caballos, este tenía una cualidad., le permitía dormir en el trayecto sin desviarse. Al iniciar el recorrido, después de atar la carreta cargada, colocaba una caña con un terrón de azúcar en su extremo, apuntando a la nariz del animal. El caballo, una vez que lo véia, seguía el estímulo pretendiendo alcanzarlo. Centrado en su necesidad, el caballo podía recorrer grandes distancias sin dar signos de cansancio...
El fragmento anterior, no solo expone una interacción entre un caballo y una persona, sino que retrata lo que muchas veces sucede en las relaciones humanas. Hay quienes persiguen una ilusión creada por un otro a modo de alcanzar un objetivo propio. “Voy a cambiar”, “te juro que nunca más lo haré”, “me estoy separando”, entre otras frases más que simbolizan un terrón de azúcar para muchos. La diferencia radica principalmente en que el caballo de la historia avanza en el trayecto; sin embargo, las personas no. ¿Qué es una ilusión entonces? En Psicología, la ilusión es una imagen o representación que no se corresponde con la realidad. Es una alteración de la percepción. Puede ser causada por la imaginación o por un engaño de los sentidos. Finalmente la ilusión nos lleva a creer algo que no es; sin embargo, nos aferramos a ello en función de una necesidad propia. Al caballo le permite desplazarse, porque no posee consciencia; no obstante, las personas tenemos consciencia y la despertamos cuando aprendemos a enfrentar nuestros miedos a la “escasez”.